Cierro la puerta y vuelvo a la sala de estar. Me pongo de pie al lado de la mesa del comedor y me pongo a llorar. Las lágrimas nunca parecen terminar. No había llorado desde que mi madre murió hace unos años. No sé si estoy llorando de felicidad o de pena. Me acuesto en el sofá y de un segundo a otro me pongo a reír. ¡Siento una ráfaga de felicidad! Mi hija tal vez, por primera vez en su vida, va a tener un amigo. Alguien que la quiera como es. Ella ha deseado tener una amiga o un amigo desde muy pequeña. Ha sido el sueño más importante y grande de su vida.
Hace unos años, ella pensaba que había encontrado a un amigo. Era un niño muy simpático que vivía en el vecindario. Un día habló con ella y la invitó a pasar un día junto con unos amigos. Ella estaba muy contenta y ansiosa y esperaba que llegara ese día. Era el mismo día de su cumpleaños y ella nos dijo que quería pasar el día con este niño y unos amigos. Nosotros aceptamos por supuesto, ya que pensábamos que finalmente tendría un amigo. El día llegó y ella se levantó felizmente esa mañana. Se dirigió a su armario y sacó la misma ropa que llevaba el día anterior. Un par de pantalones cortos con los colores del arco iris y una camiseta sin mangas de color azul claro. Después bajó a la primera planta, no caminando y no corriendo, sino volando por las escaleras hacia abajo. Se comió el bocadillo que su mamá le había dejado en la mesa en tres o cuatro bocados. Cogió su botella de agua y bebió unos sorbos con mucha rapidez.
Se despidió con un besito y un abrazo y abrió la puerta con mucha fuerza y corrió hacia el garaje donde estaba estacionada su bicicleta. Abrió la puerta del garaje y luego también el candado de la bicicleta con mucha prisa, ya que el niño le había dicho que se iban a encontrar a las nueve de la mañana y ya era casi la hora pautada.
Se puso a esperar al lado de la puerta del jardín donde había quedado en encontrarse con el niño, pero él no estaba allí. Pasaron los minutos y media hora más tarde se acerca el hermano menor del niño y le dice a Evelyn que el niño la había engañado. Le dijo a Evelyn que su hermano mayor en realidad la odiaba, al igual que todos los otros niños en la escuela.
Este día fue uno de los días más terribles, tanto para Evelyn como para nosotros. Evelyn siempre ha estado sola. En los recreos en el colegio casi nunca jugaba con otros niños en el patio. Nadie quería jugar con ella normalmente. Después de ese día ella no ha confiado en nadie más que en nosotros.
Ella siempre ha querido tener amigos y antes de comenzar el colegio era una niña feliz que le gustaba mucho cantar, hablar y jugar. El problema de ella es que nunca ha entendido cómo hablar y jugar con otros niños. Ella siempre ha sido más infantil que los otros niños. Después de ese día, el día de su noveno cumpleaños, Evelyn tuvo su primer periodo de depresión profunda. Nosotros estábamos muy preocupados, porque ya no tenía ganas de comer, pasaba todo el día acostada en su cama, no quería ir ni al colegio ni a sus actividades en el tiempo libre. La llevamos a un médico para recibir ayuda, pero el médico nos dijo que ella estaba bien y que Evelyn era demasiado joven para tener depresión. Nos dijo que estábamos exagerando. Los días, las semanas y los meses pasaron y un año después, en el mismo día de su décimo cumpleaños, Evelyn nos dijo que tenía un solo deseo. Nos dijo que ya no quería vivir más.